
Es Juan Donoso Valdivieso Pastor (Vandunquillo, 1947), Premio Esclavina de Plata 2016, galardón que premia su iniciativa "Beléns de Asís a Compostela", una exposición itinerante que recorrió Sarria y Portomarín (Lugo), Ourense por dos veces y Santiago, un evento belenista conmemorativo de los 800 años de la visita de San Francisco de Asís a Galicia.
¿Cómo se produjo tu acceso a Herbón?
El maestro Don Francisco recomendó a mis padres que siguiera estudiando, de manera que mi madre se dejó convencer por el Padre Magín para ingresar en Castroverde de Campos. Yo tenía claro que quería enrolarme en la formación religiosa como única manera de salir del pueblo. Tenía ese anhelo, esa inclinación o vocación. Pero al año siguiente de llegar a Castroverde ya nos llevaron a Herbón, donde realicé todo el bachillerato y la formación básica religiosa antes de hacer el noviciado.
¿Una experiencia interesante la herbonesa?
Entonces mi vida era una auténtica esponja de aprendizaje y preparación: si había que ayudar en los jardines, allí estaba a las órdenes del Padre Paz y Fray Benjamín para recoger flores para la iglesia; si había que cortar el pelo a los compañeros, también ayudaba; para poner inyecciones, una habilidad que todavía conservo...; para servir la mesa o repartir el pan, o para actividades lúdicas, especialmente de teatro, allí estaba Valdivieso. Hasta formé un dúo exitoso, "Pepino y Cepillo" para hacer gags cómicos al estilo del Gordo y el Flaco; también colaboraba en deportes, pues me gustaba el atletismo, sobre todo salto y carrera rápida, aunque no destacaba...
Unos años ajetreados, desde luego, ¿destacarías algo o a alguien?
Mi memoria no encuentra lagunas negras o vacíos en las vivencias que conservo. Un recuerdo entrañable de los profesores, todos ellos excelentes y de impronta positiva, como los Padres Feliciano, Humberto, Montoya, Sanmartín, Sergio, Ismael, José María Vázquez, Oro,... emergen a primera batida, pero hubo más. Aquellos cuatro años fueron claves: gracias al aprendizaje humano y la formación teórico-práctica, mi vida se enderezó y desde entonces ha sido más llevadero mi camino y la carga más ligera.
Pero todo lo bueno se acaba...
Sí, y entré en el noviciado en Santiago entusiasmado, creo que con vocación convencida y madura. Debo añadir que me siento religioso del "aggiornamento" (Concilio Vaticano II, 1962-1965), es decir, testigo del evangelio. Allí estaba el Padre Furelos, que Dios tenga a su diestra, la persona más bondadosa, paternal y afectuosa que he conocido en mi vida con la excepción del Padre Tembra. Ambos influyeron decisivamente en mí, el primero en sus convicciones religiosas y el segundo en la formación humana y científico-profesional. Debe existir un diario mío, según me contó el recientemente desaparecido Padre Barriguín, compañero de curso y rival en varios ámbitos, donde se expresan algunas de mis ideas y formas de entender ese período de intensa formación franciscana.
Y llegas a Ponteareas para filosofar...
Ahora le llaman convento de Canedo, no sé por qué. Allí aprendí con el Padre Outomuro, buen profesor y mejor persona, cuanto sé de Filosofía tomista, escotista, agustiniana, escuelas alemana e italiana... Con el Padre Outomuro, que conducía un Renault 4L, íbamos a cantar a los pueblos de alrededores. José Luis Reza, compañero de curso, podrá contar varias anécdotas y discusiones vividas en común, pues hablábamos de casi todo. Pero ese tiempo tan idílico por fuera resultó un verdadero cáncer por dentro: se abrieron las esporas del pensamiento y floreció la flor del desencanto franciscano.
Cuenta tu proceso de desencanto...
Yo no profesé solemnemente como religioso franciscano porque la vida que experimenté dentro del convento me pareció alejada de la idea que yo me había formado del espíritu franciscano o, a lo mejor, estaba equivocado entonces y sigo estándolo. De manera que, antes de ser un fraile anodino, he preferido ser un seglar con la chispa franciscana, sin faltar a nadie ni que tampoco nadie se dé por aludido. Y, mejor, me callo. Me siento hijo de Francisco de Asís y convicto de la Orden Franciscana de la Provincia gallega. No es presunción, pero cada año, antes de haberse convocado las Xuntanzas, solo o con mi familia, merodeaba y recorría los lugares y ambientes que en mi infancia y adolescencia forjaron mi personalidad y me hicieron merecedor de lo que ahora disfruto, una jubilación equilibrada y dichosa. A pesar de los testimonios detractores de algunos, la vida compartida con los franciscanos para mí fue plenamente positiva y fructífera. A ella lo debo todo y lo agradeceré siempre.
Tras su experiencia franciscana, Juan Donoso Valdivieso Pastor obtiene los títulos de Técnico en Publicidad por el Instituto Superior de la Publicidad (1971), licenciado en Filosofía y Letras, sección de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid (1975) y doctor en Psicología por la Universidad de Valladolid (1994).
Profesionalmente, ejerció como técnico superior en el Imserso, psicólogo pedagógico de la Diputación de Valladolid, jefe de servicio e inspector de Servicios Sociales y asesor de Trabajo en la Junta de Castilla y León, además de profesor en la Universidad de Valladolid y directivo del Colegio Oficial de Psicólogos de Castilla y León, donde promovió numerosas actividades y publicaciones.